Teoría de los hilos de los
platillos volantes
En
estos momentos, en el que la técnica ha llegado a cotas de verosimilitud
altísimias ( en parte gracias a la informática y su accesibilidad), hacer creer
que una ficción es realidad es un tema delicado,
sobre todo si no es perfectamente creíble.
Desde
mi punto de vista, los medios que se disponen para ejecutar cualquier obra
audiovisual determinan una forma u otra de recibirla y valorarla. Se podría
decir que no hay término medio: Una buena idea con muy pocos medios se recibirá
con un gesto cálido de condescendencia y consideración. De la misma forma, una
mala con una factura impecable se tachará de pretenciosa, vacua y
tramposa.
Existe
una mirada a las películas antiguas, concretamente a las de serie B, entre la
ternura y la melancolía por la sencilla razón que valoramos el ingenio y los
esfuerzos que hacían para crear los primeros efectos especiales a pesar de
todas las limitaciones. Ya no se trata de si eran mejores a los de ahora, o si
el hecho de no ser digitales los meritaban de mayor admiración. No entramos en
comparaciones porque proceden de lugares y contextos diferentes.
Los
hilos de los platillos volantes nos indican que no son reales, que se trata de
una ficción, pero que si tu haces un esfuerzo por abstraerte - si pones de tu
parte- la película tratará de no defraudarte y recompensarte el esfuerzo. La
trampa y el cartón propone un juego: Desactiva cualquier necesidad de tratar de
descubrir el resorte mágico. La mágia no pasa por el cómo, si no por el qué.
En
muchas ocasiones, el espectador está tan pendiente de descubrir el truco que se
pierde el espectáculo de mágia.
2 comentarios:
¡Genial! Bravo.
Gracias Jacobo!
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